Nuestro Camino de Santiago Portugués: La ruta


En la anterior entrada os conté cómo preparamos nuestro camino desde Tui.
Llegamos a media mañana a Vigo en avión y al salir de la terminal ya tuve el primer contratiempo: me quedé helada, de frío, claro. Se supone que allí hace calor pero no para los que vamos desde Jaén. Mientras íbamos a la estación de autobuses, pasamos por el recinto ferial. Eran las fiestas y nos seguimos sorprendiendo. Yo estoy acostumbrada a ver en la feria trajes de flamenca y casetas donde venden pinchos, pescaito... Pués no, iban con trajes típicos gallegos y tenían en las parrillas chuletones. De allí buscamos un bar para comer y hacer hora. Esperando el autobús no eramos los únicos peregrinos. Allí había un grupo que hizo la misma ruta que nosotros. Llegamos por la tarde, que aprovechamos para conocer Tui. Recorrimos sus calles, recogimos nuestra credencial (muy importante) conocimos su puerto deportivo en el río Miño y nos sentamos en sus terrazas para pensar en los días que nos esperaban. Unas compañeras de albergue fueron a Valença, Portugal, que está a unos dos kilómetros cruzando un puente sobre el río. Nosotros preferimos no cansarnos.

Antes de empezar aclaro que hace 8 años de nuestro camino y los precios, algunas rutas y la cantidad de albergues han cambiado.
Desde entonces, esperamos  ansiosos que llegue el día en que nuestras hijas estén preparadas para hacer el camino con ellas.

Día 1: Tui - O Porriño (18.7 km)
Salimos muy temprano, aun de noche. Al salir de la ciudad encontramos la parte más bonita de la etapa, el Ponte das Febres donde San Telmo enfermó en 1251. Durante todo el camino nos seguimos sorprendiendo al ver tantos horreos y pajares en uso. Tuvimos que apartarnos a un lado del camino para que un vecino pasara con su pequeño rebaño de ovejas y una vaca atada como si fuese un perro. Durante los últimos kilómetros pasamos por un interminable polígono industrial hasta llegar a O Porriño. Desde 2013 existe un camino alternativo.
Siempre hay que seguir la dirección que marcan las conchas amarillas o las flechas de pintadas de amarillo, incluso dentro del pueblo hasta llegar al albergue. Al llegar tienes que hacer cola hasta que abran, y al pagar reservas tu plaza. Son instalaciones modernas. Hicimos las camas, extendimos los sacos, nos duchamos, lavamos la ropa y la tendimos con nuestras pinzas en un tendedero que se comparte con todos los peregrinos. Pusimos las botas a descansar y nos calzamos las sandalias, las mismas con las que nos habíamos duchado. Salimos a comer y volvimos a descansar. Por la tarde conocimos el pueblo y probamos el vino blanco Albariño. Compramos en un supermercado la cena, el desayuno para el día siguiente y un cuchillo, muy necesario para hacer los bocadillos. El toque de queda de los albergues es muy temprano pero a esa hora no te apetece seguir callejeando, sino descansar y preparar el siguiente día. Algunos tienen sala de estar con biblioteca.

Ayuntamiento construido en granito
Día 2: O Porriño - Redondela (15.2 km)
La salida del pueblo era más bonita. Pasamos por grandes huertos de maíz con grandes espantapájaros. Había mucha niebla y el gorro evitaba que se nos mojase el pelo y se nos congelasen las orejas. Estos caminos te llevan por las afueras de los pueblos que son más rurales que el propio centro y donde la arquitectura de las casas son más antiguas. No paramos de hacer fotos. Al llegar al albergue vimos que era un edificio antiguo en el centro del pueblo y que tenían salas con exposiciones. Pusimos las mochilas en la cola y a esperar. Aquí se quedó gente sin plaza y habilitaron el pabellón deportivo. Después de nuestra rutina de higiene y descansar salimos a conocer la ciudad. Nos gustó mucho la ria de Vigo (donde nos bañamos) y las casas adornadas con conchas de vieiras.
Mochilas haciendo cola

Ría de Vigo en Redondela
Niña jugando en una barca
Día 3: Redondela - Pontevedra (18.2 km)
Empezamos a notarnos más cansados, pero no se nos quitan las ganas de seguir descubriendo el interior de Galicia, tan distinto al de Andalucía. Me gustó mucho pasar por el Ponte Sampaio del siglo XIII. Y más hórreos a cual más antiguo. Y más huertos con su casita al lado. Me pareció curioso que los huertos sean tarea de mujeres, las cuales tenían cierta edad y se veían muy ágiles cavando con sus faldas y sus zapatillas. En este tramo empezamos a pasar por capillas y cruceiros que son unas cruces de granito sobre un pilar también desde este material que se colocaban en cruces de caminos. Algunos datan del año 1500. Fue en este tramo donde subimos una cuesta empedrada y paramos arriba a descansar junto a unos ciclistas, cuando vimos aparecer a una pareja de ancianos vestidos con trajes típicos gallegos, como si viviesen aún en  1900. Pararon para saludarnos y dijeron que venían de su huerto. La señora que iba con un pañuelo negro en la cabeza y atado al cuello, sacó de uno de sus faldones hasta el suelo un puñado de peras para que comiésemos. Y luego siguieron su camino con sus herramientas al hombro. Fue como volver al siglo pasado, personas que nunca han salido de su casa en el campo. El albergue era nuevo y está junto a la estación de tren. Después de descansar visitamos a la Virgen Peregrina que está en una ermita en el centro, y dimos un paseo por sus bonitas y tranquilas plazas y parques. Ya dentro del albergue empezábamos a tomar confianza con otras familias de peregrinos en los que coincidíamos todas las noches y en algunos tramos del camino.


Virgen Peregrina

Día 4: Pontevedra - Caldas de Reis (23 km)
Salimos temprano y chispeaba así que estrenamos la funda de la mochila. Mientras avanzábamos por el camino seguía nublado y hacía frío. Como sólo llevaba una sudadera y no quería ensuciarla demasiado, me anudaba las mangas al cuello y metía los brazos cruzados por dentro. El camino precioso, pasando por la iglesia Santa María de Alba que fue albergue de peregrinos. La más destacada, la reina Isabel de Portugal en 1325. Hablando con otra pareja de peregrinos nos desviamos del camino y nos perdimos. Preguntamos a una señora que trabajaba en su huerto y nos condujo amablemente otra vez al camino, eso sí, pasando por mitad de las plantaciones de maíz. Ese día el camino era más largo y paramos en una gasolinera a comer. Y se puso a llover. Llegamos muy cansados y buscamos el colegio de religiosas de La Encarnación. Era el único sitio parecido a un albergue que había. Cobraban el doble pero el toque de queda era hasta las doce de la noche. Es un colegio interno y como en verano no tienen alumnas, alquilan las camas. Caldas es conocido por sus aguas termales y balnearios desde la época romana. Encontramos una fuente de agua caliente, muy caliente, tanto que no podías meter la mano y donde cerca hay un lavadero en el que utilizaban esta misma agua. Paseamos por el puente medieval Bermaña, sobre el río con el mismo nombre. Tiene un jardín botánico centenario junto al río Umia, en pleno centro, donde hay especies de los cinco continentes.
Santa María de Alba

En el puente Bermaña
Día 5: Caldas de Reis - Padrón (18.5 km)
Como siempre salimos temprano. Cuando te levantas es aún de noche y no puedes dar la luz para no despertar al resto. Es aquí donde te hace falta la linterna, y también por la noche para acostarte. Hay que madrugar si quieres llegar pronto para tener plaza en el albergue y poder descansar para hacer un poco de turismo. Cada vez vemos más cruceiros y más ermitas (o por lo menos el camino nos lleva por más lugares religiosos). Una de las cosas que más me gustó fue un puente de madera techado, donde habían guardas de la zona sellando la credencial. Entramos al pueblo por el puente romano de Cesures, del siglo XII. El albergue era una casa antigua restaurada y estaba en la parte más alta del pueblo, junto al convento del Carmen, el cual visitamos. Comimos en el Paseo del Espolón y visitamos el pedrón en la iglesia de Santiago. Cuenta la historia que en él los discípulos del aposto Santiago ataron la barca en la que transportaban sus restos por el río Sar, provenientes del Mediterráneo.

Pedrón


Paseo del Espolón

"Un calcetín por allí, otro por... ¿Dónde está el otro?"
Día 6: Padrón - Teo (14.5 km)
El camino empezaba interesante pasando por la casa natal de Rosalía de Castro junto a la vía del tren. Eso sí, si no han cambiado las ruta, cruzarás muchas. Iria está pegada a Padrón y podrás ver en el camino la tumba de Camilo José Cela bajo un Olivo. Pasamos por el santuario mariano de Escravitude, vimos más horreos, molinos de agua... Las aldeas empiezan a aparecer más a menudo y son más grandes. Hasta que llegamos a la de Teo. ¡Que pena! El camino se acaba. Era nuestro último albergue y entre todos los compañeros de decidimos hacer una comida, así que buscamos algún sitio para comprar. Llegamos a un bar que regentaban unos abuelillos y compramos lo que tenían para poder hacer ensalada, espaguetis con chorizo y algo más de postre. También nos vendieron un licor de café y otro de hierbas hechos por ellos y te puedo decir que muy concentrados en alcohol, de esos que te calientan en invierno. Pasamos toda la tarde juntos en una mesa que sacamos al porche. Este albergue estaba aislado en el campo y era el más pequeño, ya que al quedar pocos kilómetros a Santiago los peregrinos pasan de largo y lo hacen del tirón desde Padrón. Como nosotros teníamos cuatro días por delante, paramos. 
Casa natal Rosalía de Castro

Día 7: Teo - Santiago de Compostela (9.5 km)
Aunque nos quedaban 9 kilómetros nos levantamos pronto y utilizamos las linternas para ir por el campo hasta que amaneció. El camino un poco aburrido al pasar por las afueras de una gran ciudad. Era domingo y nos costó encontrar un bar abierto para desayunar. En un parque dejamos un palo que nos encontramos por el camino y que utilizamos días atrás para andar. Allí había bastantes. En el camino es todo muy simbólico, podías encontrar gente pintando flechas amarillas o un poste de los que te indican la dirección con una montañita de piedras que los peregrinos ponían allí para demostrar que habían pasado. Pasamos por las calles principales de la ciudad viendo las agujas de la catedral y llegamos. Era impresionante, grandísima, muy alta, lo que esperábamos ver. Dejamos las mochilas en el hostal, cerca de la catedral, y fuimos a misa. Tanta gente había que tuvimos que sentarnos en el suelo. Tuvimos suerte porque vimos volar el botafumeiro. Al salir fuimos a una oficina que hay en un lateral de la catedral para recoger la credencial y nos quedamos porque la cola era más pequeña. Santiago es grande pero allí vimos a nuestros compañeros y allí mismo nos despedimos de ellos ya que unos se iban ese mismo día y otros al siguiente. Al salir fuimos a comer para celebrarlo.



Fila para pedir la credencial


Para no hacer mucho más larga esta entrada, haré otra para contar todo lo que comimos durante el camino.



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